Adjuntamos dos vídeos del recital en directo y de lo bonito que es ver compartir a nuestros alumnos sus tareas con el resto de compañeros del colegio.
"El embargo” Gabriel y Galán
Señol jues, pasi usté más alantiy que entrin tos esos,no le dé a usté ansiano le dé a usté mieo…Si venís antiayel a afligilasos tumbo a la puerta. ¡Pero ya s’ha muerto! ¡Embargal, embargal los avíos,que aquí no hay dinero: lo he gastao en comías pa ellay en boticas que no le sirvieron;y eso que me quea,porque no me dio tiempo a vendello,ya me está sobrando,ya me está gediendo!Embargal esi sacho de pico,y esas jocis clavás en el techo,y esa segurejay ese cacho e liendro…¡Jerramientas, que no quedi una!¿Ya pa qué las quiero? Si tuviá que ganalo pa ella,¡cualisquiá me quitaba a mí eso!Pero ya no quio vel esi sacho,ni esas jocis clavás en el techo,ni esa segurejani ese cacho e liendro…¡Pero a vel, señol jues: cuidaítosi alguno de ésoses osao de tocali a esa camaondi ella s’ha muerto:la camita ondi yo la he queríocuando dambos estábamos güenos;la camita ondi yo la he cuidiau,la camita ondi estuvo su cuerpocuatro mesis vivoy una nochi muerto!¡Señol jues: que nenguno sea osaode tocali a esa cama ni un pelo, porque aquí lo jincodelanti usté mesmo!Lleváisoslo todu,todu, menus eso,que esas mantas tieninsuol de su cuerpo…¡y me güelin, me güelin a ellaca ves que las güelo!…
Bruñó los recios nubarrones pardos
la luz del sol que s´agachó en un cerro,
y las artas cogollas de los árboles
d´un coló de naranjas se tiñeron.
A bocanás el aire nos traía
los ruídos d´alla lejos
y el toque d´oración de las campanas
de l´iglesia del pueblo.
Ibamos dambos juntos, en la burra,
por el camino nuevo,
mi mujé mu malita,
suspirando y gimiendo.
Bandás de gorriatos montesinos
volaban, chirrïando por el cielo,
y volaban pal sol qu´en los canchales
daba relumbres d´espejuelos.
Los grillos y las ranas
cantaban a lo lejos,
y cantaban tamién los colorines
sobre las jaras y los brezos,
y roändo, roändo, de las sierras
llegaba el dolondón de los cencerros.
¡Qué tarde más bonita!
¡Qu´anochecer más güeno!
¡Qué tarde más alegre
si juéramos contentos!...
- No pué ser más- me ijo- vaite, vaite
con la burra pal pueblo,
y güervete de priesa con l´agüela,
la comadre o el méico -.
Y bajó de la burra poco a poco,
s´arrellenó en el suelo,
juntó las manos y miró p´arriba,
pa los bruñíos nubarrones recios.
¡Dirme, dejagla sola,
dejagla yo a ella sola com´un perro,
en metá de la jesa,
una legua del pueblo...
eso no! De la rama
d´arriba d´un guapero,
con sus ojos roendos
nos miraba un mochuelo,
un mochuelo con ojos vedriaos
como los ojos de los muertos...
¡No tengo juerzas pa dejagla sola!
¿pero yo de qué sirvo si me queo?
La burra, que rroía los tomillos
floridos del lindero
carcaba las moscas con el rabo;
y dejaba el careo,
levantaba el jocico, me miraba
y seguía royendo.
¿Qué pensará la burra
si es que tienen las burras pensamiento?
Me juí junt´a mi Juana,
me jinqué de roillas en el suelo,
jice por recordá las oraciones
que m´enseñaron cuando nuevo.
No tenía pacencia
p´hacé memoria de los rezos...
¿Quién podrá socorregla si me voy?
¿Quién va po la comadre si me queo?
Aturdio del tó gorví los ojos
pa los ojos reondos del mochuelo;
y aquellos ojos verdes,
tan grandes, tan abiertos,
qu´otras veces a mí me dieron risa,
hora me daban mieo.
¿Qué mirarán tan fijos
los ojos del mochuelo?
No cantaban las ranas,
los grillos no cantaban a lo lejos,
las bocanás del aire s´aplacaron,
s´asomaron la luna y el lucero,
no llegaba, roändo, de las sierras
el dolondón de los cencerros...
¡Daba tanta quietú mucha congoja!
¡Daba yo no sé qué tanto silencio!
M´arrimé más pa ella;
l´abrasaba el aliento,
le temblaban las manos,
tiritaba su cuerpo...
y a la luz de la luna eran sus ojos
más grandes y más negros.
Yo sentí que los míos chorreaban
lagrimones de fuego.
Uno cayó roändo,
y, prendío d´un pelo,
en metá de su frente
se queó reluciendo.
¡Qué bonita y qué güena!
¿quién pudiera sé méico?
Señó, tú que lo sabes
lo mucho que la quiero.
Tú que sabes qu´estamos bien casaos,
Señó, tú qu´eres güeno;
tú que jaces que broten las simientes
qu´echamos en el suelo;
tú que jaces que granen las espigas,
cuando llega su tiempo;
tú que jaces que paran las ovejas,
sin comadres, ni méicos...
¿por qué, Señó, se va morí mi Juana,
con lo que yo la quiero,
siendo yo tan honrao
y siendo tú tan güeno?...
¡Ay! qué noche más larga
de tanto sufrimiento;
¡qué cosas pasarían
que decilas no pueo!
Jizo Dios un milagro;
¡no podía por menos!
II
Toito lleno de tierra
le levanté del suelo,
le miré mu despacio, mu despacio,
con una miaja de respeto.
Era un hijo, ¡mi hijo!,
hijo dambos, hijo nuestro...
Ella me le pedía
con los brazos abiertos,
¡Qué bonita qu´estaba
llorando y sonriyendo!
Venía clareando;
s´oïan a lo lejos
las risotás de los pastores
y el dolondón de los cencerros.
Besé a la madre y le quité mi hijo;
salí con él corriendo,
y en un regacho d´agua clara
le lavé tó su cuerpo.
Me sentí más honrao,
más cristiano, más güeno,
"bautizando" (*) a mi hijo como el cura
bautiza los muchachos en el pueblo.
Tié que ser campusino,
tié que ser de los nuestros,
que por algo nació baj´una encina
del camino nuevo.
Icen que la nacencia es una cosa
que miran los señores en el pueblo;
pos pa mí que mi hijo
la tié mejor que ellos,
que Dios jizo en presona con mi Juana
de comadre y de méico.
Asina que nació besó la tierra,
que, agraecía, se pegó a su cuerpo;
y jue la mesma luna
quien le pegó aquel beso...
¡Qué saben d´estas cosas
los señores aquellos!
Dos salimos del chozo,
tres golvimos al pueblo.
Jizo Dios un milagro en el camino:
JOSÉ DE ESPRONCEDA
ruiseñor, en el bosque tus amores;
canta, que llorará cuando tú llores
el alba perlas en la flor temprana.
Teñido el cielo de amaranta y grana,
la brisa de la tarde entre las flores
suspirará también a los rigores
de tu amor triste y tu esperanza vana.
Y en la noche serena, al puro rayo
de la callada luna, tus cantares
los ecos sonarán del bosque umbrío.
Y vertiendo dulcísimo desmayo,
cual bálsamo süave en mis pesares,endulzará tu acento el labio mío.
o soy yo
Narciso?
Dejemos de beber en esa fuente
y vamos al regazo, amor mío
destapando la esencia
cuerpo a cuerpo no borroso
del tiempo sin fisura
ni compasión por los mortales
ajenos a la enorme
conversación de cuando se ama
en la vecindad de sus casas
cruzándonos la selva
de la tierra magnífica.
¿Eres tú
o soy yo
la maravilla
al fondo?
Si te duermes abandonarás
la poesía de mi estanque
la poesía del recuento
la poesía nido en alto
la poesía del rayo abril
la del tesoro cuando
se desgranan las horas
de tu boca
en mi ser como castigo.
Si tu cuerpo
oprime mi pensamiento
escribo lo mismo
de la travesía
y dudo si es amanecer
o si es noche, mediodía
crepúsculo pero sí hace
sabe a amor.
PUREZA CANELO
Dónde la yerba, saboreo
y él perdido en ella?
Las flores apretadas
Como besos y palmas
La luz abriendo
caricias
en la cima de la tierra.
Es la calma
del amor vencido.
Del amor, vencida.
Dónde el anillo
Dónde la cita
claridad del poema?
Cruzándose el cielo
aves con ansia suben
hasta hacer de la dicha
un punto de cruz
que se borda en la tarde.
Atrapada
una rosa
está en el suelo.
Es la duna
del amor
vencido
vencida
oración
tan honda.
Soneto de Joaquín Romero de Cepeda
Wescenlao Mohedas Ramos.
"Como octubre disponga"
Pureza Canelo
No más refugio
que la faz de mis brazos
si nos entra el otoño
desgajando
lo que al viento apetece
en su alfombra de bosque
y cuerpo a tIerra.
Mírame.
Otoño aún no somos en años
pero cuando él se nos acerca
hay que extender la batalla real
de los buenos amantes
en el recuento las hojas
de infinitos sabores ocres.
Mírame, y
hagamos la abundancia
a ras de nuestro suelo.
La variedad de un amor
es sepultar la inteligencia
entre los cuerpos.
No conozco otro refugio
ni mejor temperatura.
Sólo que estoy adivinando
cómo será el Otoño
nuestras vidas
de verdad calzadas en su estación
y otra vez
el nacimiento de amarse
la pasión inédita
que alumbrará mis versos.
Debo callar.
Ahora vamonos
a lo único
que del lento mudar
es ocre, ocres
como la alfombra disponga
tú y yo
obligando a trabajar
un viento revelación
lo más humano
para empujar las lumbres
bien cernida la noche.
del sepulturero,
que con asco la miran los mozos,
que las mozas la miran con miedo?
y está el bailoteo
como el sol de alegre,
vivo como el fuego,
no parece sino que una nube
se atraviesa delante del cielo;
no parece sino que se anuncia
que se acerca, que pasa un entierro...
sustituye al febril charloteo,
se cambian miradas
que expresan recelos,
el ritmo del baile
se torna más lento
y hasta los repiques
alegres y secos
de las castañuelas
callan un momento...
mas ¿qué será aquello
que hasta da falsas notas la gaita
por hacer un gesto
con sus gruesos labios
el tamborilero?
porque nunca, a pesar de ser bellos,
«buenos ojos tienes»
le ha dicho un mancebo.
y ella sigue rumiando desprecios,
pero siempre acercándose a todos,
siempre sonriendo,
y estrenando más ricos pañuelos...
¿Qué tendrá la hija
del sepulturero?
Me lo dijo un mozo:
«¿Ve usted esos pañuelos?
Pues se cuenta que son de otras mozas...
¡de otras mozas que están ya pudriendo!...
Y es verdá que paece que güelen,
que güelen a muerto...»
"Poema A Un Rico" José María Gabriel y Galán
LAURA
que en las ramas del árbol bendito
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suspendidos de hilillos de oro,
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tenéis vuestros nidos...
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¡Mirad hacia abajo,
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mirad con cariño!
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Pajarillos con alas de pluma,
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que debajo del árbol bendito
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vuestros nidos tenéis en el suelo
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cuajados de frío...,
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¡mirad hacia arriba
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y esperad tranquilos!
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Pajarillos dorados de arriba:
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de las plumas calientes del nido,
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de los frutos del árbol sagrado
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cargad los piquillos,
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tended esas alas,
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cortad esos hilos...
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Pajarillos humildes del suelo,
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ya va el sol a templar vuestros nidos,
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ya el amor va a bajar a buscaros;
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abrid los piquitos,
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tended las alillas,
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estad prevenidos...
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Descended ya vosotros del árbol,
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elevaos vosotros y uníos,
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y en los aires os dais un abrazo,
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juntáis los piquitos,
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rozáis vuestras alas.
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unís los pechillos...
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||
Y bajaron amables los unos,
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y subieron los otros sumisos,
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||
y después de besarse en los aires
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volaron unidos...
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¡Todos eran unos!
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||
¡Todos pajarillos!
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..................................................
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¡Que se calle ese sabio parlante,
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||
que los males del mundo afligido
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||
no se curan con esos discursos
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hinchados y fríos...
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¡Se curan con besos,
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||
con besos de niño!
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Los que nazcan en camas de oro
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que se acuerden de sus hermanitos.
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Los que nazcan en cunas de paja
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que sufran sumisos,
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porque Aquel que nació en el pesebre
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también tuvo frío...
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